LA LEYENDA DEL SODOMITA FURIOSO

Existe una historia que, hasta a los gordos y gordas de la Federación de Anatomías de Tonelaje, nos aterra y repugna: la leyenda del Sodomita Furioso.

Cuentan que, en un alejado pueblo de la Serranía madrileña, vivía un niño retraído, oscuro y vicioso que acosaba constantemente a los niños del lugar con sus pretensiones de gaycidad (gaycidad = dícese de la atrocidad que se perpetra por vía anal).

Los padres de los niños, cansados de tamaña felonía (léase: tanto mariconeo) , se dirigieron a la cabaña de la colina donde moraba el opositor a sodomita y, antorchas en mano, prendieron fuego a la morada del bujarra-niño. Éste, ante el peligro de consumirse cual papel ante las llamas, saltó por una ventana y se perdió en el bosque.

Dicen que, de noche, se oyen en lo profundo del espacio forestal terroríficos alaridos, que los más viejos del lugar atribuyen a los que profieren las alimañas, ante los ataques de sodomía del niño-bujarra.

Pasaron los años, y lentamente se fue forjando la leyenda del Sodomita Furioso. Para evitar las gaycidades de tan legendaria criatura, los vecinos clavaron una señal: "prohibido gays", ya que el olor de esa especie puede hacer salir del bosque al monstruo sodomizador. Pero los ancianos del pueblo creen que esta depravada criatura goza más con las víctimas heterosexuales.

Cuidado, cuidado...